Por los últimos 30 años, he tenido el privilegio y la fortuna suficiente de estar envuelto en distintos deportes; algunos de ellos al más alto nivel de competencia. Me he mezclado con muchos deportistas (hombres y mujeres) y entre ellos he conocido sólo unos cuantos atletas.
En mis ojos, no es suficiente tener talento en el deporte, ser comercialmente expuesto y /o tener abdomen de “six pack” para ser considerado un verdadero atleta. Es más que eso: nadie nace siendo atleta, te conviertes en uno; es un status que adquieres y te mereces. Es un camino. Un deportista no debe ser visto como un verdadero atleta basado sólo en un momento o en una sola presentación que haya tenido sino en eventos y práctica contínua; un proceso largo con constancia en actitudes y comportamientos.
Independientemente del deporte practicado, la raza, el género, edad, etc… Esos que he conocido, a quienes yo considero son atletas, son muy parecidos en su comportamiento; dan un sentimiento de que sus acciones son naturalmente influenciadas por una especie de código universal de ética. Cuando conoces a un atleta normalmente es óbvio que hay algo especial en él. Por una parte, hay cosas que se pueden ver o escuchar como la apariencia física, presencia, palabras y posturas en movimiento; y por otra parte hay cosas que no se pueden ver pero aun así se pueden percibir como su aura de confianza, su seguridad en sí mismo, su bienestar y una escondida fuerza física y mental.
Toma tiempo, compromiso, mucho esfuerzo, algo de sacrificio y más el adquirir el estatus de “atleta” en mi mente, pero todos tienen en común este código general de comportamiento que me atreveré a definir a continuación:
Un código de disciplina y estructura. Con tiempo y las repeticiones apropiadas y entrenamiento específico, el atleta establece algunos patrones y conexiones internas que naturalmente se vuelven estructuradas y repetidas rutinas. Estas serán potencialmente usadas de nuevo y/o añadidas a otras en caso de transferencia entre actividades físicas, deportivas y/o psicológicas. El atleta es consciente que tiene un espíritu guerrero interior que lo lleva a sus acciones y controla sus sentimientos en cualquier momento y no permite que lo controlen sin alguna buena razón. Por esto, el atleta necesita ser muy disciplinado tanto de manera interna como externa.
Un código de honestidad y responsabilidad hacia sí mismo. El atleta no se miente a sí mismo, no hace trampa, es honesto consigo mismo y no trata de encontrar excusas. Él sabe al instante cuando ha hecho algo bien o no. El atleta se cuestiona a sí mismo, puede ser introspectivo y auto-crítico y considera todos los aspectos positivos Y negativos de su desempeño. Él puede escuchar la verdad sin sentirse herido. Él utiliza la crítica constructiva y se vuelve mejor. El atleta toma y asume sus decisiones y responsabilidades; no culpa a nadie más por las consecuencias de sus propias acciones.
Un código de respeto y ética. El atleta debe respetarse a si mismo y buscar crear una mente sana en un cuerpo sano. Su cuerpo es su herramienta más increíble; tiene que cuidar de él. Saber cómo estructurar el entrenamiento es óbviamente importante, sin embargo, la manera de vivir, su comportamiento, su mente abierta, el tiempo de descanso, la dieta, etc. es igual de importante. El atleta respeta y tolera a otros y los alrededores que lo involucran.
Un código de fuerza y dolor. El atleta no es soló físicamente fuerte; él tiene que ser psicológica y mentalmente fuerte también. Él no se rinde con facilidad y siempre encuentra suficiente energía para empujar sus límites y motivaciones adelante. El dolor y las dificultades son parte de ser un atleta, y entonces aprende a controlarlas y a usarlas positivamente. Constantemente ocurre durante el entrenamiento pero desafortunadamente, a veces también durante lesiones físicas y/o emocionales. Frecuentemente descubrimos que un verdadero atleta se define después de que ha pasado a través de difíciles dolores físicos o mentales. El atleta las enfrenta; no huye y si cae siempre vuelve a levantarse. Gran parte del tiempo, el atleta se levanta con dignidad de estas experiencias, se vuelve mucho más fuerte, mucho más maduro y es capaz de poner fácilmente cosas en perspectiva.
Un código de orgullo e integridad. El atleta no es pretencioso; sin embargo está orgulloso de quien es y lo que ha logrado. Está consciente de todo el sacrificio que ha tenido que hacer para llegar a este punto; más aún lo reconoce, está agradecido y es respetuoso por el sacrificio y/o compromiso que otros han hecho por él. Siempre hay un equipo oficial o no oficial detrás del éxito de un atleta. El atleta es auténtico. Mantiene su integridad y no denigra sus raíces y su pasado siempre está presente a lo largo de su evolución. Él no hace ningún juicio acerca de las raíces o pasado de otras personas.
Un código de humildad y progreso. El atleta entiende que la “perfección no está fundamentada en el hombre, pero sí en sus intenciones”, y que su límites hoy no serán los mismos que mañana. Constantemente busca maneras para crecer en su práctica y en sí mismo. Aún cuando pueda ser el mejor hoy, puede pasar que otros estén en su posición en el futuro. El atleta no se rinde y sigue peleando pero acepta que otros pueden ser mejores que él.
Un código de coraje y “compartir”. Al atleta no le asusta compartir experiencias y conocimiento aún cuando esto pueda ser potencialmente una oportunidad para otros de tomar ventaja. No teme tomar nuevos retos. El atleta no se deja llevar por el miedo; da y comparte su placer y amor sin interés a la recompensa.
Un código de ganar y justicia. El atleta desarrolla el “deseo de superación” así como la mentalidad de ser lo mejor que pueda e ir más allá de sí mismo. No importa si la competencia es contra otros o contra el mismo, se vuelve un elemento a superar. Aun así, su camino al triunfo no puede tomarse a cualquier precio. El atleta sigue sus reglas con justicia y comportamiento ético; él entiende la línea entre su victoria y derrota. Esto no es necesariamente en el resultado pero más en la manera en la que se acerca a él. No importa que pase, siempre controla el resultado dando lo mejor de sí en cada ocasión, luego así no tiene reproches ni amargura.
Un código de artista y de hombre. Con el tiempo, el atleta pule la conexión entre su cuerpo y su mente; refina la armonía entre ambos para ser más eficiente, rápido, fuerte, más fluido, más preciso y más seguro. El atleta es creativo; él hará de su práctica un arte. Su ejecución, su percepción y su acercamiento parecerán fáciles, “sin esfuerzo” y graciosa para otros. El atleta se vuelve “noble” en sus gestos, en sus actitudes y sus reflejos. Sin embargo, el atleta es sólo un hombre, así que veremos la misma ética y comportamiento en su vida diaria y no sólo en el contexto de su desempeño deportivo. Un atleta es una persona de honor.
Sólo el tiempo y la consistencia en el comportamiento de uno puede afirmar el estatus de atleta en un individuo. El hombre y el atleta, con todas sus fuerzas y debilidades, son uno.
Hay personas que dirán que son atletas y hay atletas que no tendrán que decir nada…
Por Forrest de Parkour Generations
Texto original http://parkourgenerations.com/blog/are-you-athlete
Todos los derechos son propiedad de Parkour Generations
2 comentarios:
Para q conozcan mi canal
https://youtu.be/pCQKDz9uDXU
Para q conozcan mi canal
https://youtu.be/pCQKDz9uDXU
Publicar un comentario